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Supe de Julio César Jiménez Arcadia por primera vez allá por el año 2002, cuando el polémico policía enfrentaba una guerra sin cuartel contra el gobierno del estado del cual había formado parte. Desde entonces su nombre fue constante en las páginas de la prensa local, implicando que se trataba de una persona que solía vivir al filo de la navaja.
Ese perfil tan polémico de Jiménez Arcadia hizo que fuera sorpresiva la invitación que le hizo el gobernador Ney González para incorporarse a su equipo de trabajo al frente de la Policía Judicial, donde para variar se desempeñó fiel a su estilo polémico, lo cual seguramente fue motivo de su paulatino desplazamiento hasta quedar fuera del gobierno estatal. Así estaba ayer, alejado de la vida pública, dedicado a sus actividades personales, cuando lo alcanzó el largo brazo del destino.
Y quiso ese destino que Julio César fuera ejecutado precisamente en el momento en que el gobernador Ney González Sánchez rendía su tercer informe de gobierno, pero se trata sólo de eso, de una lamentable coincidencia. Pretender afirmar que el asesinato de Jiménez Arcadia es un mensaje o una provocación al gobierno de Nayarit es aventurado y hasta irresponsable, porque en todo casi si se hubiera tratado de un reto o una provocación entonces la víctima habría sido otra, no un ex funcionario estatal en retiro.
Las claves de la muerte de Julio César Jiménez Arcadia están en su desempeño como policía, en los asuntos que manejó, en las enemistades que sembró en el ejercicio de sus funciones. Lo que preocupa y agravia es la facilidad con la que un comando de sicarios puede cumplir con un objetivo de esta naturaleza sin que nadie pueda impedirlo, hoy fue Julio César Jiménez Arcadia, mañana puede ser cualquier otro nayarita.
Lo dijo el propio gobernador: no hay forma de evitar que estos grupos criminales operen de esta forma, se ha demostrado hasta el cansancio en todo el país, en todo el mundo. Hoy ni siquiera el presidente de Estados Unidos está libre de recibir un zapatazo en la cabeza en plena conferencia de prensa. En cuanto a Jiménez Arcadia, ni duda cabe que murió como vivió, con la adrenalina al tope.
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