¿Cómo sabemos si un pastel es bueno o malo?

- Dic 24, 2008

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Por razones personales y de trabajo, he tenido la oportunidad de asistir a varios seminarios, talleres y diplomados sobre gerencia y dirección de campañas electorales, algunas de ellas impartidos por los especialistas y gurús más afamados del continente y algunos españoles. Invariablemente, uno de los temas que se abordan en este tipo de encuentros es aquel que tiene que ver con las encuestas: su utilidad, su diseño, interpretación, alcances y limitaciones.

Me siento obligado a compartir con los lectores de Nayarit en línea algunas cosas que he aprendido y otras que han ampliado para este sitio, especialistas locales en el polémico tema.

Todos hemos dudado de la confiabilidad de las encuestas, sobre todo cuando los resultados de las mismas no son gratos a nuestras opiniones y sentimientos, pero estoy convencido que se debe, sobre todo, al desconocimiento de los conceptos básicos de los estudios de opinión y a su desarrollo metodológico.

He conocido infinidad de políticos que presumen encuestas cuando aquellas reflejan su alta popularidad, pero esos mismos las cuestionan ofendidos y hasta sostienen dudas sobre su utilidad cuando los números ofrecidos señalan o bien que perderán una elección o que sus gobernados ya no los aceptan. Regularmente, quienes se equivocan son ellos, no esta herramienta cuando se hace adecuadamente.

Los conceptos básicos me quedaron claros cuando me la explicaron con la siguiente metáfora: Si alguien nos pidiera calificar si un pastel es bueno o malo no sería necesario comerlo todo para hacer tal tarea; bastaría con que tomáramos una pequeña rebanada, ingerirla y después calificar, sin embargo, no sería correcto sólo comer betún o sólo pan, o sólo la mermelada del centro, no, se debe comer una pequeña muestra de todo y que la muestra se escoja sin prejuicios, sin preferencias, con un método impersonal.

Así se sostiene la confiabilidad de una encuesta, utilizando dos conceptos centrales: El muestreo y la aleatoriedad.

Muchas personas dudan y cuestionan ¿por qué a mi no me preguntaron? o ¿cómo pretenden que la opinión de 1000 o 500 represente la de todos? Pues si, afortunadamente el estudio de la probabilidad y estadística nos permiten entender que si tomamos una pequeña muestra, siempre y cuando sea aleatoria, o dicho en otros términos, al azar, puede reflejar, con ciertos márgenes de error la opinión de la totalidad de los integrantes del grupo objetivo. Entre más grande sea la muestra tomada el error estadístico se hace más pequeño.

En el caso de una encuesta electoral la población objetivo son todas aquellas personas que pueden ser votantes potenciales, es decir, hombres y mujeres mayores de 18 años de edad, sepan o no leer, sean de ciudad o de rancho, empresarios o campesinos. Recordemos que tiene el mismo valor ante el IFE el voto de Carlos Slim que el de cualquier otro ciudadano por más humilde que sea.

Si hablamos de política, elecciones y asuntos del gobierno la opinión que importa es la de ellos, quienes tarde o temprano pudieran tomar la decisión de ratificar o echar a determinado partido político. Por eso es ingenuo pretender que una encuesta para que valga debe dirigirse a las personas ilustradas o universitarios, que dicho sea de paso no necesariamente poseen la verdad absoluta en nada.

Ahora bien, para aquellos que cuestionan el hecho que no se les hubiese preguntado a ellos o sus familias, debemos explicarles que la única manera que no exista error al tratar de averiguar la opinión de los ciudadanos es la de convocar a elecciones generales, no podemos probar todo el pastel, sería ineficiente, caro y cansado.

La encuesta desde luego se equivoca, pero es muy útil porque ahorra tiempo y dinero; pero hay que elegir a quiénes preguntar y a cuántos. Para eso nos es de gran ayuda el conocimiento de la probabilidad y sus leyes, tópico que se revisa en el bachillerato, ni siquiera se ocupan doctorados o estudios científicos.

En encuestas electorales, los despachos encuestadores hacen más o menos lo siguiente para escoger a sus “víctimas”: Primero con una técnica de números aleatorios (que podemos encontrar en cualquier programa de hoja de cálculo) seleccionan determinadas secciones electorales, de acuerdo al número que deciden, una vez que tienen sus secciones electorales eligen de igual forma al azar manzanas de esas secciones (casi todos los encuestadores seleccionan dos manzanas por sección), después eligen las viviendas al azar de las manzanas previamente seleccionadas y por último eligen al ciudadano que habrá que responder en la vivienda seleccionada.

Cada etapa tiene que respetar rigurosamente la condición de la aleatoriedad o azar, si no, se correría el riesgo que las personas encargadas de diseñar la encuesta seleccionen sus objetivos de acuerdo a sus criterios personales sesgando así los resultados del estudio. Por eso si el azar determina a dónde deban ir a preguntar, las personas no pueden en rigor científico, cambiar esa selección por ninguna razón.

Por eso es muy difícil que la mayoría de las personas nos enteremos cuando se está desarrollando el levantamiento de una encuesta, si no somos de los 300, 500, 1000 o 2000 suertudos seleccionados al azar será difícil que nos enteremos.

Pero crean, el resultado llega a ser casi siempre sorprendentemente parecido a la realidad.

En Nayarit en línea hemos publicado varias encuestas, la mayoría de ellas han sido compartidas a un servidor por el equipo que dentro del corporativo Tharsos Center se dedican a eso casi por hobbie. Ni me pagan ni les pago. Es mi deber recordarles que han resultado muy acertados en casi todas.

Convoco a los lectores a que debatamos con seriedad interpretaciones y metodologías. A veces lo importante no es el resultado simple, a veces lo profundo puede ser interpretar con más preguntas, por ejemplo ¿por qué la mayoría de los nayaritas opina como opina?

Por lo pronto Nayarit en línea seguirá publicando encuestas sobre diversos tópicos nos gusten o no los resultados.

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