¿Y la Reforma Universitaria?

- Ene 29, 2011

>Plantear una visión de desarrollo hacia el 2030, sin haber consolidado antes la reforma universitaria, compromiso que lleva diez años sin cumplir, resulta ambiciosa, pero nada prometedora, inclusive, demagógica.

A principios de este segundo milenio, la UAN se vio envuelta en una crisis financiera y política grave, agravada por el problema del pago de las pensiones y jubilaciones, que en aquel entonces exigía un financiamiento equivalente a todo el presupuesto del gobierno estatal, según lo manifestó Antonio Echevarría, siendo nuestro gobernante. Testimonios fidedignos señalan que los tecnócratas de la Secretaría de Educación Pública recomendaron, en reuniones discretas, cerrar la universidad y crear, en su lugar, una nueva, con recursos de la iniciativa privada. Tan grave era la situación.

Como se recordará, don Toño Echevarría tuvo la mala fortuna de repetir la recomendación de los burócratas de la SEP, lo que trajo como consecuencia la intervención de factores políticos que enmarañaron aún más el asunto. La posibilidad de “cerrar la universidad” provocó tal nerviosismo en la sociedad nayarita, que en los comicios intermedios los electores hicieron ajuste de cuentas y votaron en contra de los principales candidatos relacionados con el pobre de Toño, quien, haciendo honor a la verdad, no intentó más que informar a la sociedad, ciertamente de un modo inadecuado, sobre un problema del que tenía derecho a saber.

Paradójicamente, el error del ex gobernador benefició a la universidad. Él mismo dispuso un apoyo presupuestal sin precedentes a favor de la UAN, lo que aunado a algunas maniobras inteligentes del senador Javier Castellón, en aquella época Rector, sirvieron para estabilizar nuestro barco universitario peligrosamente a la deriva.

La crisis sirvió, también, para reconocer que la estructura administrativa y el modelo educativo vigente, eran demasiado costoso para los resultados académicos deplorables de la UAN. Se acordó, entonces, impulsar una reforma educativa a fondo, misma que no se ha concretado, debido, ahora, a resistencias internas de grupitos y pandillas que se las han ingeniado para lucrar con las viejas formas de organización.

El  sexenio anterior, de Omar Wicab, recibió el “marcaje” constante de estos, para impedir cualquier tipo de decisión que implicara cambios sustanciales. Por un lado, fue un gusto trabajar con alguien de la calidad humana e intelectual de Wicab, pero por el otro, quienes intentamos hacer avanzar la Reforma, realmente vivimos seis años de infierno por el constante golpeteo y la puesta de obstáculos en contra de empresa tan difícil. Ahora, con el sexenio del contador Juan López, parece que la lógica es la misma.

Al llegar a la administración, a la hora de conformar el gabinete, el Rector fue secuestrado políticamente y se le advirtió: “no queremos nada que huela al maestro Omar (Wicab)”. Eso quiere decir: “nada de cambios reales”, pues cualquier cosa a favor de la institución va contra sus intereses personales y de grupo. Cabe añadir que el autor de esta frase fue nada menos que el dirigente del SPAUAN Porfirio López Lugo, precisamente quien debería favorecer cualquier cambio en beneficio de la academia y de los académicos.

¿Por qué desviar el rumbo?

¿Soy ingenuo al preguntar? Después de años de discusión todos sabemos lo que es la Reforma universitaria: es expulsión de la simulación en todos los niveles.

Reforma es que el investigador y el profesor posean consistentes conocimientos teóricos y operativos, a la altura de los tiempos actuales; reforma es que el maestro promueva el aprendizaje efectivo y significativo en los alumnos; reforma es que la estructura administrativa esté supeditada a la academia, pero que también sea una oportunidad de crecimiento profesional para sus trabajadores; reforma es que el dinero aplicado en el desarrollo educativo, tenga resultados evidentes y socialmente aceptables; reforma es que cada quien desempeñe sus funciones en un marco de respeto, equidad y reconocimiento institucional.

Reforma es conducir los esfuerzos individuales hacia objetivos concertados en la discusión racional, de buena fe, con afán participativo y no con vulgaridades grilleriles.

Reforma es analizar la información generada por nosotros mismos y el entorno, sin esconderla ni alterarla.

Reforma es vincular el conocimiento, las capacidades de los profesores y los resultados y procesos de investigación, a la academia.

Reforma es compromiso con la sociedad y con los universitarios, sin distingos de grupo, y sin malicias estúpidas o personales.

Reforma es cometer errores, pero darse cuenta de ellos y corregirlos. Reforma es capacidad para dominar el prejuicio e, inclusive, eliminarlo, a favor de la creencia en los demás compañeros, en sus capacidades, en sus iniciativas, en sus preferencias y en sus afanes productivos.

Reforma es querer a la universidad, pero también luchar por su mejoramiento en función de las exigencias de la sociedad.

Si los universitarios ya sabemos qué es y cómo efectuar la Reforma, ¿entonces qué estamos esperando para darle el impulso definitivo? No dispersemos las energías individuales y sociales.

El tiempo suele cobrar caro sus facturas.

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