>De acuerdo a la experiencia electoral de los últimos diez años, en México, la ventaja inicial en las encuestas no significa gran cosa.
El caso más dramático ha sido, desde luego, el de Andrés Manuel López Obrador, quien presumía diez puntos arriba de sus contendientes, difíciles de revertir, aunque al final no le quedó más remedio que alegar fraude ante la apretada derrota que le impuso el actual presidente Felipe Calderón.
Los asesores de Roberto Sandoval, del PRI, quien va punteando en los números inferidos a partir de las probabilidades, lo saben; y aún más lo sienten al ver que la candidata del PAN, Martha Elena, prácticamente le pisa los talones, en tanto Guadalupe Acosta Naranjo ha puesto a pensar a todos los observadores políticos ante el fenómeno de su inusitado crecimiento, en el transcurso de los últimos dos meses. Y es que la diferencia de tres por ciento entre él y Martha no significa cosa, estadísticamente, que un empate técnico (aunque el PAN no acepta, como se sabe, esta interpretación).
Subir veinte puntos en tan corto lapso no es explicable ni con la “hipótesis de los setenta millones”, que se ha difundido, maliciosamente, en los medios. Recordemos que entre el 2005 y el 2006 el famoso Doctor SIMI invirtió mucho más que esa cantidad y no obtuvo absolutamente ningún efecto en las expectativas de voto.
Aunque el rompimiento de la alianza PAN-PRD dañó, sin duda, a los protagonistas principales y a sus respectivos partidos, el proceso electoral, según se vislumbra, no dejará de ser competido. El PRI comienza a experimentarlo también en carne propia. Las dificultades en su propia casa lo asoman a esa realidad. La asignación de candidaturas a regidores, alcaldes y diputados locales ha puesto en peligro su bien más preciado: la unidad.
“Han propiciado una estampida de búfalos”, se queja el viejo profesor Liberato Montenegro, según declaró a los medios, cuyo sector magisterial cuenta todavía con una estructura política envidiable, a pesar de las “raspadas” consecutivas que ha sufrido los últimos sexenios.
El patriarca magisterial tiene razón, pues los problemas de operación en los procesos electorales del México moderno parecen tener dos grandes fuentes. Unos conciernen a los electores y otros a los aspirantes a puestos de elección popular.
Sobre el primero: aunque se gasten carretadas de dinero en despensas, publicidad, gestiones y apoyo asistencial, no significa asegurar el voto de los ciudadanos. Un gran espectro de ellos acepta todo lo que materialmente se les ofrece en condiciones clientelares, pero al final, en la urna suele tachar la boleta a favor del candidato opuesto. De esta forma el voto duro se reduce paulatinamente al depender, cada vez más, de costosas estructuras difíciles de sostener partidaria y territorialmente, en inversiones monetarias y lealtades.
En cuanto a los aspirantes: el problema se ilustra con el clásico “todos quieren, pero no hay”. Mucho burro, pero poco olote. En este sentido, el primer error del PRI fue despertar el hambre y las esperanzas de todos los que ahora acarician el sueño de poseer dieta y curul. El resultado es obvio. Quienes se sienten rechazados, inclusive priístas de “hueso colorado”, ya andan tocando puertas en los partidos de oposición en busca del “cariño político” que se les niega en el propio. Es parte del efecto estampida de Liberato.
Pero este no es el único error. De acuerdo a las quejas de los propios aspirantes, se tiende a “palomear” personajes pertenecientes a un solo grupo, el cual trata de asegurar la mayor parte de las diputaciones y alcaldías, como si intentara blindarse políticamente, en caso de que la “gubernatura” caiga, “en el peor de los escenarios” (para el PRI), en la oposición.
Los dados, pues, “están cargados”, afirman los dolidos. En este aspecto, agarraron dormido a Roberto Sandoval, al único a quien debieran importar los equilibrios en la asignación de candidaturas. Luce bravo y sombrerudo, pero por lo pronto sus propios correligionarios lo están chamaqueando, ocupado como está instalando espectaculares, pintando bardas y enfilando baterías.
En este sentido, como dicen los artistas, llegar a las alturas es fácil; pero mucho más difícil es sostenerse. Y sus crecidos rivales en este proceso electoral que apenas empieza, Martha y Acosta Naranjo, por supuesto, no le reservan rosas, a menos de que se trate de llevarlas a su tumba política.
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