>• Celebran víctimas de la dictadura fin del proceso de la megacausa ESMA
Buenos Aires.- “Prisión perpetua”. Esas dos palabras retumbaron 12 veces a lo largo de la lectura en la que el presidente de un tribunal federal condenó a los represores que durante la dictadura militar operaron en el centro clandestino de detención que funcionaba en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), entre otros Alfredo El rubio Astiz y Ricardo Sérpico Cavallo, ex director del Registro Nacional de Vehículos (Renave) en México.
Astiz y Cavallo, junto con el resto de los condenados a pasar la vida en prisión, fueron acusados de 86 delitos de lesa humanidad, en lo que se conoció como la “megacausa ESMA”, basada en el asesinato del periodista y escritor Rodolfo Walsh en marzo de 1977 y el secuestro y desaparición de las tres fundadoras de las Madres de Plaza de Mayo y las monjas francesas Leonie Duque y Alice Domon.
La audiencia comenzó con dos horas y media de demora. “Esperamos 35 años, bien podemos esperar dos o tres horas más”, se relajaba Martha Vázquez, de las Madres de Línea Fundadora, en una sala colmada por los familiares y víctimas por un lado y los familiares y compañeros de armas de los acusados, por el otro.
Las sentencias se produjeron tras 22 meses de debate, en los que declararon unos 160 testigos, 79 de ellos sobrevivientes del centro clandestino.
Entre los que recibieron prisión perpetua también se encuentran Jorge El Tigre Acosta, el jefe del grupo de Tareas 3.3.3.2; el ex canciller de la dictadura, Almirante Oscar Montes; Antonio El Rata Pernias; Raúl El Pinguino Schieller; Alberto Palito Donda; Ernesto Weber y Jorge Ruger Rádice; Julio César Coronel, Néstor Omar Savio y Alberto Gato González Menotti.
Dos acusados, Juan Carlos Fotea y Manuel García Tallada, recibieron, cada uno, una pena de 25 años. Carlos Tomy Capdevilla fue sentenciado a 20 años y Juan Antonio Piraña Azic, a 18. Fueron absueltos Juan Carlos Rolón y Pablo García Velazco, aunque seguirán detenidos por otras causas conexas.
La histórica sentencia estuvo rodeada de emoción y sentimientos controvertidos. “Nunca pensé que iba a llegar este día. Es un día importante, llegó tarde. Estamos todos mucho más viejos, pero es el primer gran paso”, dijo un emocionado Luis Bianco, hijo de la desaparecida María Eugenia Ponce de Bianco, una de las fundadoras de las Madres de Plaza de Mayo, mientras su hermana, Ana Bianco, calificaba el de ayer como “un día histórico, esto marca un antes y un después”.
Esperando la sentencia, muchas de las víctimas contuvieron las ganas de gritar o de darle rienda suelta a la emoción. Incluso cuando los reos llegaron a la sala, con Cavallo, el ex director del Renave, esposado y ataviado de impecable traje azul y corbata celeste. Astiz llevaba una escarapela celeste y blanca que acarició en el momento que le leyeron el fallo.
El Rubio, apareció sonriente, saludando a su hermana que lo arengaba desde una tribuna alta, portando una pancarta que rezaba: “Juicio y Castigo a los terroristas”, como ese sector califica a los ex militantes de organizaciones armadas de los años 70.
A pocos metros, el padre de Cavallo siguió de cerca la audiencia, como cada vez que su hijo tuvo que declarar. Sólo se le escuchó decir: “Los oficiales son presos políticos”. En la calle, una multitud de militantes celebró el fallo.
En el tribunal, Estela de Carlotto, presidenta de Plaza de Mayo, se abrazaba con los abogados de la querella, mientras explotaba el grito de “¡genocidas, genocidas!”, que despidió a los prisioneros, dando rienda suelta a una alegría que se parecía mucho a la paz, después de los casi 30 años que se esperó esto que llegó anoche para los que pasaron por la ESMA: Justicia.
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