La cultura debe escapar del poder de los políticos

- Dic 22, 2012

>Dedicado con afecto al Doctor Andrés Bogarín

La frase que da título al presente artículo es de Juan Jacobo Rousseau, quien no utiliza propiamente la palabra “cultura”, aunque ya existía en el diccionario francés desde el siglo XVII. Sin embargo, la definición de “culture” no pasaba del sentido metafórico de “cultivo”, de manera que se hablaba del cultivo de la ciencia, del mismo modo que se podía hablar del cultivo de plantas, de frijol, de papas, etcétera.

La primera vez que aparece la palabra “cultura” en ese sentido metafórico, es en una obra de Cicerón. Rossseau, por su parte, recoge una vieja tradición renacentista que trata de captar lo esencial de naturaleza humana, del mismo modo que lo hicieron los griegos con la palabra “polis”, raíz del caro término “política”.

Contra los griegos, el filósofo romántico distinguía entre “política” y lo mejor de la humanidad: las “costumbres”, la “conducta” y la “opinión”, es decir, la cultura, aquello que se “gesta en lo invisible”, en lo “profundo del corazón humano”, para manifestarse en palabras y obras, en cosas distintivas de nuestra especie.
 
Precisamente por apuntar a lo profundo de lo que somos, que es como la fuente de ese tesoro espiritual del que brota la creatividad humana en su diversidad de técnicas, “bellas artes”, ideas, ciencia y “opiniones”, lo que hoy llamamos “cultura” debía escapar del poder de los políticos.
 
Lo mejor del hombre hace un dominio valioso de cosas propias, esenciales, que nos distinguen de animales biológicamente inferiores. Es un valor que implica trascender nuestra “parte bruta”, para entendernos precisamente como seres espirituales. Supone, en suma, una conducta civilizada, un reencuentro social y consigo mismo a través de las obras.
 
Exponiendo a Rousseau, el escritor Víctor Hell escribe que es, por cierto, ese dominio de lo invisible “el que invaden desvergonzadamente los estados totalitarios, pero también, más subrepticiamente, los estados modernos, cada vez más tentados de legislar sobre todas las cosas, de reglamentar todo… la reproducción de niños como la de cítricos o la del acero”.
 
Para el filósofo G. W Hegel, el concepto de “bildung” (formación), que empezó a utilizarse como sinónimo de cultura, es crucial en su filosofía de desarrollo del espíritu, el cual es concebido como una totalidad histórica, donde la especie impone valores, pero también tendencias y finalidades, siempre en ascenso o elevación (es decir, progresivas), al individuo.
 
En esas condiciones, el individuo, con su potencial personal y natural, es impelido a alcanzar el nivel intelectual y espiritual conquistado de forma progresiva por la especie, en cada época histórica. De lo contrario, tal individuo corre el peligro de no entender la cultura humana y, lo que es peor, de no comprenderse a sí mismo: toda su experiencia puede quedar reducida a animalidad o pasión bruta, a deseo o apetito, es decir, a una vida sin espíritu, al caos de los impulsos sin cognición, a la imagen sin abstracción conceptual y al poder sin ética.
 
Fincado en la importancia de esas grandes reflexiones, el siglo XIX generalizó el término cultura e intentó conceptualizarlo científica y técnicamente desde la etnología, la antropología y la sociología, con tal de superar su significado puramente alegórico y hermenéutico. Si bien reconocía que “la historia avanza por el lado malo”, dada la negatividad de dicha experiencia, consideraba que había que tomar en cuenta que, al final, la razón tenía la capacidad de sujetar esa negatividad bajo su ley, como el Estado puede hacerlo sobre el Gobierno y el Reino de Dios sobre el Reino de los hombres. Por ello debíamos confiarnos en esa parte de nuestra propia esencia. Así, la racionalidad es otro valor a defender.
 
En la actualidad, con el concepto de cultura se quiere decir, en términos generales, que nos reconocemos como seres deaprendizaje, capaces de formamos espiritual e intelectualmente a través del de la obra y de la convivencia civilizada, estructurada en valores cumbre, tales como la justicia, la búsqueda constante de la unidad de la especie humana, la democracia y el resguardo de los derechos de todos, hombres, mujeres, ancianos, niños, animales y naturaleza en general.
 
Con los retos de un mundo globalizado, el concepto de cultura es todavía de más importancia hoy, al grado de haberse profundizado y enriquecido con otros, como las nociones de multiculturalidad, transculturalidad e interculturalidad.
 
Si tenemos una secretaría de cultura en Nayarit, esta debe estar sustentada en un marco filosófico y técnico que permita trazar lineamientos claros de protección del derecho de todos a la cultura, con políticas que auspicien su formación y expresión. De lo contrario, si no hay condiciones para discutir y pensar en un proyecto serio, mucho me temo que tener una secretaría sólo significaría pérdida de tiempo y dinero, burocracia y pocos resultados.

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