>• Mi generación 'la cuarentona', la del ejercicio hedonista en el poder
Hoy, 2 de Octubre, es la fecha significativa de la generación del 68 que con su sacrificio real escribiera con sangre el mensaje para las generaciones venideras: El Poder debe servir al Pueblo y en caso contrario hay que luchar.
Es cierto que dicha generación estaba influenciada por todo un movimiento mundial que clamaba la necesidad de un cambio democrático en las Instituciones, filósofos como Hebert Marcuse señalaban en esa época que serían los estudiantes los agentes de la transformación revolucionaria y no el proletariado. Todo bajo la herencia inmediata de la Revolución Cubana, la efigie del Che Guevara y la protesta de París bajo el hermoso lema: "La imaginación al poder".
Y en México la protesta idealista de la generación del 68 acabó masacrada (cientos de jóvenes asesinados en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco) por los aparatos de represión del Estado. Y todo se vino abajo, las personas perdieron la esperanza, el miedo se apoderó de su capacidad de lucha erosionándola y cada quien se dedicó a su cada cual en la mediocre cotidianidad por el sustento alimentario.
Y por si fuera poco: a finales del 73 acontece el brutalísimo Golpe de Estado en Chile contra el Presidente Allende lo que eliminó la vía democrática al Socialismo en Latinoamérica, y en el 89 cae estrepitosamente el Muro de Berlín lo que anunciaba la desaparición de la URSS y por ende la derrota total, absoluta e histórica de la Izquierda Mundial. Se acabó la lucha revolucionaria... O eso parecía durante los últimos veinte años (ahora vemos un resurgir democrático-socialista en América Latina, salvo México).
En este panorama desolador para la lucha por el cambio es cuando el filósofo Francis Fukuyama en 1992 publica su laureado y polémico libro "El fin de la Historia y el último hombre" en el cual expone su tesis de que en el devenir se llegó al momento en que la lucha de ideologías ha terminado y ahora la Historia será lineal bajo un capitalismo liberal, es decir, adiós a la dialéctica histórica.
Por todo lo anterior expresado conceptualmente, mi generación (los que ahora somos cuarentones) se gesta en el conocimiento político bajo premisas crueles: la esperanza revolucionaria o ya siquiera del cambio no existe, no puede ser, es infructuosa. Así, decepcionada de que en términos reales es inviable la materialización de un proyecto político basado en ideas éticas o ideológicas, mi generación "la hoy cuarentona" se dedica a estudiar la lógica del Poder puro para al comprender su mecanismo beneficiarse de dicho Poder puro.
Y así, bajo el impulso de servir al Poder puro en los términos que él mismo disponga, mi generación "la cuarentona" se ve beneficiada en términos generales con una obtención impresionante de posiciones en las diversas estructuras del Poder puro, ya sea de gobierno o instituciones sociales, culturales, educativas, etc.
Entonces, mi generación "la cuarentona" al no cuestionar al poder puro y mucho menos tratar de arrebatarle el poder a los grupos de presión para lograr un cambio democrático sustentado en un proyecto ideológico y ético, mi generación "la cuarentona" sirve al statu quo y en correspondencia se ve beneficiada con una obtención de posiciones de poder como ninguna otra generación haya tenido.
Por lo que el panorama es claro: sin referencias ideológicas y éticas, sin proyectos políticos democratizadores, sin un sentido de la historia con valor civil, mi generación "la cuarentona" solo puede darle un rasgo hedonista al ejercicio del poder que realiza, y lo hace en forma individualista, de provecho propio, para enriquecerse materialmente y sin servir en forma alguna al Pueblo que es al que se debe.
Triste: la generación del 68, la de nuestros padres tuvo un claro compromiso social y pagó con sus vidas por ello; la mía, "la cuarentona", disfruta de un nivel de vida sin parangón sirviendo al establishment. Ellos fueron águilas, nosotros somos gallinas.
El autor es abogado, Magistrado del Tribunal de Justicia Administrativa de Nayarit y
maestrante en Derecho Público por la Universidad Panamericana Campus-Guadalajara.
Foto: Archivo de Cuartoscuro
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