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La periodista Araceli Beltrán comparte este texto donde narra cómo conoció y trató al amable taxista que está desaparecido en Tepic desde el pasado 17 de junio.
Conocí a Don Arturo, hace un mes, fue un día muy temprano cuando salí de un antro...
(lo admito, fue de día)
Tuve que salirme de la efervescencia de la fiesta, porque debía trabajar. Quien iba conmigo, me dejó encargada con Don Arturo; él con mucho respeto, le dijo que no se preocupara, que hasta a la puerta de mi casa me llevaría y así fue.
Después, en otra ocasión, volvimos a tomar un taxi, jamás nos percatamos que era ése señor que amablemente me trasladó aquella mañana a mi casa, con todo el serio encargo de que me cuidara. Por estar en otras cosas, quién iba conmigo olvidó ésa tarde su celular, le marcamos y Don Arturo, respondió... no sólo reportó que el celular "estaba a salvo" sino que nos lo llevó hasta dónde estábamos, y aprovechamos para que nos movilizará a otros puntos.
Siempre lo ha caracterizado el respeto, la honestidad y confidencialidad...
Ya con ésa confianza, en otra ocasión más me llevó al Hospital Civil, debía llevar de comer a alguien. Llegó puntual y me trasladó rápidamente porque "ya era hora de comer", me dijo, cuando llegó por mí.
Hace unos días le hablé, me respondió con ésa frescura, amabilidad y respeto, recuerdo que me dijo: "¿Cómo está el muchacho?, bien, le dije, y reviró, "Es bueno verlos, tienen un sentido del humor impresionante, la felicidad la transmiten a cualquiera".
Exclamé: "Así debe de ser, un día le invitaremos una cerveza" se rió y dijo: "¿Para qué soy bueno licenciada?"
Ésa fue la última vez que hablé y vi a Don Arturo, nos compró unas pizzas a Claudia Galvan y Alejandro Galvan, para festejar a una compañera de trabajo, nos las llevó hasta Aves del Paraíso y después me llevó a mi casa.
-¡Que Dios los bendiga Araceli!
-¡De su parte Don Arturo, le dije, Dios lo guarde!
Hoy, encuentran sólo un taxi sin su chofer...
Hoy no encuentran a Don Arturo, Don Arturo desapareció.
Un día estamos, otro día no, somos tan vulnerables y nuestro transitar en ésta tierra tan efímero, que resulta imposible no tener ese sentimiento. Bien diría mi abuela: "Cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas a remojar".
¡Dios nos agarre confesados!
Deseo mucha fortaleza a la familia de Don Arturo y refrendo mi solidaridad ante éste angustioso momento.
Éstos sólo fueron unos, de muchos instantes que compartí con Don Arturo, en tan pocos días se ganaba la confianza y preferencia de sus clientes.
¡Que Dios lo bendiga! ¡Espero regrese pronto a casa, sano y con bien!
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