-
No hay colores, no hay logotipos, no hay frases entre fantásticas y estúpidas
-- ¿Y el eslogan? --¿Gobierno del Estado? --¿El logotipo? --¿El escudo de Nayarit? --¿Gris? --¿Quién hizo eso? Hablan los mercadólogos políticos formados en un fin de semana. Ha sido su tema, flamígeros sus juicios.
Se refieren a la imagen con la que se identifica la nueva administración estatal, que es un escudo de la entidad, y cuatro palabras: NAYARIT Gobierno del Estado.
La publicidad comercial promueve bienes y servicios. Es su esencia y no lo oculta. Gracias a ella son rentables miles de empresas que generan millones de empleos y generan diversos niveles de bienestar entre sus clientes. El costo lo paga directamente el cliente.
La publicidad institucional debería promover a las instituciones, pero es culto a la personalidad, el moderno intento de la transmutación del hombre (o la mujer) en Dios. El costo lo pagamos todos, aunque su beneficiario fugaz es una persona.
Así que para estos mercadólogos es un escándalo que el escudo del estado de Nayarit sea la imagen gráfica de la actual administración y el nombre propio del Gobierno del Estado sea precisamente Gobierno del Estado. Invocan a los genios de la comunicación que por multimillonaria factura trazan un dibujo con elementos que se asocien con el cliente, lo colorean a semejanza del partido o partido gobernante, cambian el nombre de la institución y agregan un eslogan entre fantástico y estúpido.
Tiempo hubo que en la propaganda partidista y gubernamental existía espacio para las ideas y para la poesía. Poco a poco fueron agotando el poder de las palabras por la asimetría de éstas con el ejercicio de gobierno. Logotipos luminosos y frases forzadas que ofrecen honestidad y progreso; realidades que entregan historias inimaginables de corrupción y retorno sostenido a menores niveles de desarrollo.
Mercadólogos, publicistas, políticos y gobernantes creen que se gobierna y se cambia el estado de cosas repitiendo hasta el cansancio sus huecas frases, plasmándolas en todo espacio. Son para ellos causa-efecto. Por su parte, los destinatarios tienen la experiencia de que los resultados de un gobierno van en un sentido y la promoción en otro.
Así que ante el agotamiento del modelo de gobernar a golpes de publicidad, imágenes y frases imposibles, es afortunada la propuesta del vigésimo gobierno constitucional de Nayarit de identificarse con el escudo del estado y su nombre propio: Gobierno del Estado. Es un regreso a la institucionalidad y a la consecuente moderación en el gasto publicitario.
Naturalmente el regreso a la institucionalidad y la renuncia al culto a la personalidad reclama la presencia de las ideas y un ejercicio de gobierno que hable por sus resultados, por su eficiencia, por su eficacia, incluso por encima de su honestidad.
Se ha de cambiar la omnipresencia de la autopromoción en la calle, las glorietas, los anuncios espectaculares y mobiliario urbano por unos pesos más en la bolsa de los gobernados, un poco más de comida en su mesa, igualdad de oportunidades en los empleos, acceso a la educación, precios justos, más seguridad.
Es difícil imaginar que una agencia de la Ciudad de México o de Miami, en un acto suicida haya recomendado a su cliente: "no te cambies el nombre, respeta a las instituciones que encabezas, dignifica tu investidura, evita que te rindan culto".
En ambientes donde la adulación también es el camino más corto para ganar la confianza del gobernante, habrá que reconocer a quien propuso y a quien aceptó modificar a fondo la imagen institucional en sus elementos más visibles y cotidianos.
¿Debemos tomarlo como el anuncio de la innovación que viene: una gobernanza con nueva forma de pensar, de hacer y de interactuar?
¡Bienvenido, pues, un gobierno con nombre propio, sin cultos personales!
Deja tus comentarios